miércoles, 11 de febrero de 2015

Los Óscar con Mareo Alcalá

Hoy es un buen día para los séptimos artistas. Nuestro crítico de cine de cabecera, Mareo Alcalá, ha vuelto, con un análisis de las películas nominadas al Roscar de la Academia en el que se puede apreciar la dosis de patanería y pedantería que lo convirtió en su momento en el experto en séptico arte de Julito en La WC. No le vamos a quitar más tiempo y espacio a este gran sabio. Con ustedes, Mareo Alcalá:


Birdman
La historia de un actor venido a menos que quiere recuperar su prestigio en el teatro deja muy mal parado a González Iñárritu. Primero, no es lógico que alguien que tuvo éxito en la gran pantalla ahora venga a hacer pantalla con que quiere hacer teatro, como si alguien viera teatro, o como si el teatro alguna vez hubiera sido sinónimo de éxito. Eso me suena a pataleta de Fabio Rubiano. Al contrario, si quiere volver a ganarse a la audiencia, el protagonista, como el director mexicano, debería estar incursionando en el cine 4D, que es como ir a teatro pero con olores artificiales. Segundo, porque cree que porque su película está inspirada en un cuento de Raymond Carver nos va a gustar, pero nada de eso: Carver no escribía cuentos chistosos, y esto es una comedia. ¿Sabe aunque sea González Iñarritu de qué hablamos cuando hablamos de humor? De El Paseo; eso sí es humor. Además, ¿cómo se le ocurre que uno puede hacer una banda sonora sólo con una batería? Ese tamborcito, durante toda la película, aturde y aburre al espectador. No, señor Alejandro, por algo se llama banda sonora: porque involucra a toda una orquesta. Compre la orquesta. Eso por no hablar de la fotografía, un experimento digno de ejercicio universitario en el que la cámara no se toma pausas y que lo sumerge a uno en una tensión innecesaria, que no es precisamente lo que uno busca cuando paga la boleta, porque yo pagué la boleta. Esos ejercicios universitarios, señor Iñárritu, estaban bien en la época de Amores Perros. Ahora le tocaría repetir la materia. O contratar a un fotógrafo de la Plaza de Bolívar, que lo haría mejor.





Boyhood
¿En serio? ¿Doce años para salir con una película en la que no pasa nada? Para ver crecer a un niño no hay sino que sentarse a ver cualquier álbum de fotos familiar o las temporadas en DVD de Padres e hijos. Y eso será mejor que aguantarse esta colcha de retazos, que además es protagonizada por un niño que se volvió mal actor cuando creció, como Pablito, el de Padres e hijos, o Ramoncito (que en todo caso era mal actor desde niño y terminó dirigiendo SoHo). Encima de todo, el papá es Ítan Jok, cuya vejez habría sido más creíble si se demoran un día filmando la película y le ponen maquillaje de viejo. Esta película pasará a la historia como la mayor pérdida de tiempo en la historia del cine. Y con eso me refiero a las dos horas que perdí viéndola.





El Gran Hotel Budapest
¿Otra vez este señor Wes Pamela Anderson contando la misma película? Señor: ya conocemos su fórmula. Usted lleva años metiéndonos los dedos en la boca con la misma película, pero cree que no nos vamos a dar cuenta porque le pone otro nombre y le cambia la locación: un barco, un campamento, una casa y ahora un hotel, que además ni siquiera es en Budapest, por lo que incumple con lo que promete en el título. ¿Y qué es eso de inspirarse en un autor austriaco que a nadie le importa y que afortunadamente ya se murió? El cine, si quiere responder a nuestra época, debe inspirarse en los autores actuales. A Anderson le vendría bien prender el televisor para encontrar a los mejores escritores de hoy en día: basta con ver obras maestras como Noticias RCN, Metástasis o El cacique de la junta. Señor Anderson: volveré a creer en usted cuando deje de hacer películas con colores pasteles.




Foxcatcher
No estoy de acuerdo con esta película. Básicamente, es otra de esas historias en las que uno termina con muchas preguntas porque el director, en su magnánima sabiduría, no se preocupa por lo que es esencial en este arte: hacer que el espectador que paga por la boleta entienda lo que está viendo en la pantalla, y más cuando se trata de una historia basada en hechos reales. Y a mí me enseñaron que los hechos reales tienen un inicio, un nudo y un desenlace. Estos son dos luchadores de lucha olímpica, ganadores de medalla en unas olimpiadas, a los que les cambia la vida cuando conocen un millonario benefactor. Su vida cambia tanto que uno de los dos se muere, pero aquí está el gran error del director: uno nunca sabe por qué y se va para la casa con una pregunta que la película debió resolver. Otro error fue la elección del actor, Steve Carrel, que no basó su actuación en la persona que lo inspiró sino en Gru, el malo de Mi villano favorito.





The Imitation Game
La historia del hombre que creó la máquina para descifrar los códigos del ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial a pesar de ser gay será sin duda la favorita de las minorías LGBTIW. Sin embargo, cae en varios errores. El primero es que gran parte de su trama se fundamenta en el suspenso de si la máquina va a funcionar o no, pero pues ya sabemos que sí va a funcionar. Aquí, al contrario de cuando se nos promete una cosa y no nos salen con nada, el error es querer contar con suspenso lo que ya sabemos. Además, nunca sabemos qué tiene que ver que sea gay con que invente una máquina. ¿Quiere decir el director que los homosexuales son buenos para el lenguaje cifrado? Peor que eso es la elección del actor, que no es gay y que para interpretar a este genio de las matemáticas hace lo mismo que en Sherlock pero llorando al final, porque los homosexuales también lloran.

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